21 de noviembre de 2011

¿Y sin embargo te quiero?



Estaba tan enfadado, y por estar enfadado él, así lo estaba yo.

Hacerle razonar no valía para nada, cuanto menos escuchaba él, más gritaba yo, él escuchaba menos y yo gritaba más.

Y entonces se convirtió en otra persona, fría, cual roca, con su sonrisa prefabricada para momentos incómodos, y se fue a dormir.

Yo, intentando todavía demostrar que me preocupaba, le acogí en mis brazos mientras le acariciaba el pelo y le besaba la mano.

Cuando parecía que se estaba durmiendo, una lágrima empezó a rodar por mi cara hacia abajo.

Porque no sabía cómo comprenderle, porque no sabía hacerme comprender, porque no sabía quererle pero tampoco sabía dejarle.

Entonces me invadió el frío.

1 comentario:

  1. ¡deberías actualizar más! es precioso y triste a la vez. Me he sentido identificada con el texto

    ResponderEliminar