Estaba tan enfadado, y por estar enfadado él, así lo estaba yo.
Hacerle razonar no valía para nada, cuanto menos escuchaba él, más gritaba yo, él escuchaba menos y yo gritaba más.
Y entonces se convirtió en otra persona, fría, cual roca, con su sonrisa prefabricada para momentos incómodos, y se fue a dormir.
Yo, intentando todavía demostrar que me preocupaba, le acogí en mis brazos mientras le acariciaba el pelo y le besaba la mano.
Cuando parecía que se estaba durmiendo, una lágrima empezó a rodar por mi cara hacia abajo.
Porque no sabía cómo comprenderle, porque no sabía hacerme comprender, porque no sabía quererle pero tampoco sabía dejarle.
Entonces me invadió el frío.
¡deberías actualizar más! es precioso y triste a la vez. Me he sentido identificada con el texto
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